Entre tantas dudas y a partir de un escrito que vi en una red social me surgió la necesidad de volver a un tema sobre el que había escrito sin publicar.
Hace un tiempo vi una serie de documentales sobre obsesiones con el cuerpo, desórdenes alimenticios, cirugías estéticas, adicciones, ese tipo de temas. Cosas que decían los entrevistados me llevaron a pensar en la aceptación, en la autoaceptación para ser más exacta.
No específicamente la aceptación del cuerpo de uno, aunque es una parte importante de sentirse cómodo con lo que uno es, sino más particularmente me puse a pensar en los problemas de aceptación que he tenido yo (que no se relacionan con lo físico) y en cómo llegué a superarlos.
Revisando escritos viejos encontré un trabajo que hice para terapia a principios de 2012 que describía cómo o quién me gustaría ser. Para gran sorpresa mía, todo lo que hace cuatro años consideraba un ideal imposible de la persona en la que me gustaría convertirme son características que hoy considero que cumplo. No sé exactamente cómo pasé de querer ser esas cosas a finalmente serlo, pero gracias a ese escrito sí pude comprender por qué ahora me siento cómoda con mi forma de ser: porque soy la persona que yo quiero ser.
En ese documental hablaba un experto que decía que muchas veces nuestra percepción de nosotros mismos está tan influenciada por cómo creemos que los otros nos ven que no somos capaces de vernos a nosotros mismos sin interponer esa supuesta lupa ajena.
Me parece interesante ese concepto en los tiempos que corren, donde hay tanto esfuerzo de tantas personas por mostrarse a sí mismos de determinada manera, por construir una imagen de sí que representan en redes sociales e incluso en la vida de carne y hueso. Tanto esfuerzo hacemos a veces por sentir la aprobación, la admiración, la aceptación de otros, que nos olvidamos de aceptarnos a nosotros mismos y así terminamos siendo seres que no nos gustan y al final sentimos que no tenemos el control sobre quiénes somos.
¿Cómo llegué a sentirme satisfecha conmigo? No sé, quizás haya sido el trabajo de la terapia, tal vez haya sido que dejé de mentirme a mí misma, que indagué hasta encontrar quién quería ser y finalmente me di cuenta de que ya era esa persona y la estaba enmascarando para encontrar aprobación en otro lado.
Así, aceptándonos realmente, siendo en esencia la persona que uno mismo quiere ser, así es como se puede afrontar el rechazo, la burla, la agresión del otro, sin que realmente nos afecte como algo personal, sin que la visión que otros tienen de nosotros ponga en duda cómo nosotros nos sentimos con respecto a nosotros mismos. ¿Se entendió?
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