martes, 5 de enero de 2016

Mi tibia y el reposo. Pensamientos. Contra-argumentos. El omnisciente tipo y el Universo. Cuál será el nombre de la patología de ponerle nombre a todo.

De la manera más absurda -pero muy digna de mí- me quebré la pierna y me esperan varias semanas de reposo. Personas allegadas me ofrecen libros, películas, series y todo tipo de entretenimiento mientras yo descubro lo que -no termino de decidir- puede ser mi mayor bendición o mi peor condena: la capacidad de entretenerme con nada más que mi propia mente. Tengo la extraordinaria facultad de poder estar horas mirando el techo en silencio viendo pasar caravanas de pensamientos inconexos que me entretienen y me torturan a la vez. Quizás por eso escribo.
Hay personas a las que, cuando discuten, se les nota en la cara que no me están escuchando sino que están esperando que termine mi exposición para darme su contra argumento. Contra es una palabra demasiado generosa en la oración anterior. La mayoría de las veces no saben qué dije, no lo procesan, no lo escuchan. Miran con la mente perdida mientras elaboran su postura para después sonreir con aires triunfales ante mi frustrado silencio. Con esa gente trato de no perder demasiado tiempo.

Estando internada tuve que escuchar a un hombre que sabía poco de todo y mucho de nada decir “yo puedo opinar sobre todo, porque sé de todo”. Un omnisciente tipo. 
El dolor en la tibia quebrada me impidió salir corriendo de la habitación al grito de “esto es demasiado para mí”, pero mi habilidad sobrenatural de fuga mental me vino como anillo al dedo.

Cuando dos (o más) de esos ‘omniscientes tipo’ se encuentran, tiembla el Cosmos. Calculo que el orden natural del Universo contempla la existencia de esos especímenes, pero su combinación puede ser letal. No para ellos, que están tan entretenidos escuchando su propio discurso que ni siquiera se percatan de que existe un mundo a su alrededor, sino para espectadores casuales y transeúntes a quienes después de varios minutos de exposición a sus energías se les van explotando los cerebros como salchichas en el microondas.

Ahora: lo difícil para los que tenemos mentes sobreestimuladas es callarlas. La meditación tiende a aburrirnos y poner la mente en blanco se convierte en un desafío tan grande que terminamos ocupándola ideando planes y esquemas de paso-a-paso para lograrlo. Esto es en sí mismo, el fracaso.

Envidio a los que pueden simplemente no pensar en nada, o pensar en imágenes, sin tener que narrar constantemente todo lo que se les cruza por la cabeza. A veces me pasa que si no lo narro siento que no lo pensé y vuelvo atrás en la idea para ponerle palabras mentales. Debe haber un nombre para esa patología, y no sé si quiero saberlo.

1 comentario:

  1. Deberías tratar de resolver integrales triples en el espacio, esa "modalidad de pensamiento" tendrá a tu ajetreado cerebro en un tobogán de Moebius y tus pensamientos caminaran en la superficie de una sola cara, encontrándose en un solo borde y sin orientación, en ese preciso instante podrás descansar en un blanco angelical.-

    ResponderBorrar