domingo, 24 de enero de 2016

El reposo y el aburrimiento. De cómo no me quebré la tibia. Paciencia. Un palazo para Clarín. La fortuna de tener la pierna rota. Perspectivas.

Ya me está empezando a afectar el reposo. La vez anterior decía que no soy capaz de aburrirme, creo que sobreestimé mi capacidad de encontrar cosas para pensar.

El 30 de diciembre tuve la genial idea de ir hasta Magdalena a probar windsurfing en el río. Hacía mucho calor y había viento, las condiciones no eran las mejores para empezar, pero soy caprichosa y no me voy a quedar con las ganas de hacer algo que quiero. 
El windsurf es difícil, mucho más difícil de lo que parece. La tabla tiene dos agarraderas donde enganchás los pies y con las manos te agarrás de la vela, que se mueve para todos lados. 
Resulta que hacer equilibrio en el agua no es mi fuerte. En un momento dado, la vela se me zafó y la tabla se fue para donde quiso, el pie izquierdo salió de la agarradera, el derecho no. La tibia se me retorció como un trapo de piso hasta que pude sacar el pie de la tabla y así quedé tirada en la orilla con la pata rota. El resultado: una cirugía, dos cicatrices y tres meses sin pisar, pero ¿quién me quita lo bailado? O lo surfeado…

Mi hermana me sugirió escribir sobre el reposo. No sé si hay mucho para decir. 
Principalmente puedo garantizar que es aburrido y requiere muchísima paciencia, que por suerte sí es mi fuerte. Creo que mi mayor virtud es mi paciencia, pero fue adquirida, solía ser muy ansiosa y la vida me enseñó a esperar pacientemente porque la ansiedad no hace que las cosas lleguen antes y la verdad es que la pasás mejor cuando no estás contando los minutos que faltan para que llegue eso que esperás.
La historia sobre mi fractura es evidentemente falsa, o ficticia (me gusta más la noción de ficción que la de mentira, algún día desarrollaré esa distinción). La verdad sobre cómo me quebré la tibia y el peroné es inmensamente más aburrida. ¿Para qué voy a contar la versión real, si la ficticia es mucho más interesante? Creo que unos cuántos diarios argentinos tienen ese concepto como máxima para sus noticias.

Qué más puedo decir sobre el reposo, además de la paciencia que requiere. Que no se siente como si hubiera perdido todo el verano, que no me da envidia que la otra gente pueda disfrutar de la pileta y el aire libre. Que no me resulta tan difícil quedarme en casa con la pata en alto, salvo por los ratos de aburrimiento en los que siento que se me pasó la vida acá adentro.
Soy afortunada en tener aire acondicionado, una casa con todas las comodidades y un padre que viene tres veces por día a darme la comida y asegurarse de que esté bien. No me puedo quejar, mi yeso no pica y mi pierna (casi) no duele. 
Cierto, podría quejarme, pero ¿para qué? No va a cambiar nada de mi situación actual. Prefiero destacar las ventajas de estar quebrada en un contexto burgués y no las desventajas de estar quebrada frente a estar sana. Lo segundo no suma, lo primero me hace sentir bien y me otorga perspectiva.


Todo en la vida es una cuestión de perspectiva. Bueno, no sé si todo, algunas cosas son menos relativas, pero en este caso sí, mantener la perspectiva es determinante.

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