Lo que me duele me vuelve agresiva.
Esa idea de que en Argentina nada se hace bien, esa idea de que todo lo
nuestro es “trucho” acompañada de la falacia de que en Europa todo es
mejor, eso despierta lo peor de mí.
Porque me lo creí. Porque me lo hicieron creer. Porque no me dejaron
elegir, investigar, comprender. Porque me adoctrinaron desde muy chica
para despreciar todo lo nuestro mientras aprendía cómo endiosar todo lo
foráneo. Porque me lavaron el cerebro vendiéndome el pescado podrido de
que solo en “el primer mundo” podría ser feliz porque solo allí las
cosas “funcionan”.
Y me fui del país una vez.
Y me fui del país dos veces.
Y dicen que la tercera es la vencida. Y para mí lo fue.
Pero yo tuve la posibilidad de salir del país y comprobar con mis
propios ojos que todo eso que me habían hecho creer no son más que
giladas. Y todos los que no pudieron vivir en el exterior y descubrir
que la vida no es más fácil, no es mejor, no es superior, solo es
distinta, siguen creyendo que somos la mierda que no se va del inodoro
cuando tirás la cadena. Siguen creyendo que existe un lugar en el mundo
donde todo lo que no les gusta de acá no existe y solo hay lugar para
las cosas lindas.
Y esa gente le hace un daño a nuestra cultura pero ellos son tan
víctimas como yo.
Y peor que los "Luis Solari" que, sin haber vivido en otros países, nos
venden el verso de que existe un “primer mundo” donde “estas cosas no
pasan”. Peor que ellos, más repudiable y más detestable es el que sí
vive o vivió en el exterior y vuelve con aires de superioridad a
menospreciar la única raíz real que tiene y va a tener que es este país
que tanto asco le da.
Bienaventurados los que no crecieron en un seno familiar europeísta,
los que fueron educados para adorar lo propio y comprender que en cada
cultura hay cosas buenas y malas y bellas y feas y la nuestra no es
mejor ni peor que ninguna otra. Yo no tuve esa fortuna. Yo tuve que
salir y hacer la experiencia sola. Y eso me pesa.
Me pesa porque recién a los 26 años pude escuchar un tema entero de
Charly sin que nadie viniera a censurármelo al grito de “eso es una
basura”.
Me pesa porque recién después de los 30 descubrí nuestro folklore
(conocí a León Gieco a través de Joan Baez y de la versión en inglés de
“Solo le pido a Dios” por Bruce Springsteen).
Me pesa porque me siento engañada, porque siento que me robaron parte
de mí, parte de mi identidad, parte de mis raíces (que no son italianas,
son argentinas, como yo, como mis padres, como tres de mis
abuelos).
Me pesa porque siento que me perdí una porción de mi vida y me da
envidia cuando otros me hablan de cosas que yo conocí de adulta con la
naturalidad de quien nació entre ellas.
Pero yo, a fuerza de viajes, a fuerza de “perder” tiempo en otros
países y de perderme a mí misma en versiones extranjeras de alguien que
jamás fui, me terminé encontrando aquí, en este lugar “tan berreta” del
que nunca debí haberme ido.
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