jueves, 7 de febrero de 2019

La curiosidad de distinguir entre ser y estar. Soy feliz pero estoy triste. Sobre la bondad y su interacción con los verbos. Ser sola vs estar sola. Ser solo no existe, casualidad?

Los hablantes de castellano tenemos un privilegio -no me canso de decirlo- y es la diferenciación de los verbos “ser” y “estar”.
Gracias a esa maravillosa distinción, uno puede “ser feliz y estar triste”, sin caer en contradicciones ni incoherencias.
Lo que en otras lenguas es tan difícil de comunicar, en la nuestra se simplifica con un desdoblamiento del verbo que indica, por un lado, la condición permanente, o el trasfondo, y por otro lado la condición momentánea, circunstancial, pasajera.

En castellano, “ser buena” y “estar buena” tienen distinto valor. Una puede ser buena sin estar buena, o puede estar buena sin ser buena. Ser buena tiene que ver con la bondad, estar buena, no.



Hace unos años hablaba con una amiga sobre la frase “ser sola”. Ella se definía como sola, es decir “soy sola”. Yo nunca pude sentirme así, esa libertad que pregonaba su “soy sola” en mí se sentía más parecida al encierro. Yo nunca quise ser sola, pero muchas veces en mi vida elegí estar sola.
Y ahora que estoy más grande (y más sola), me pregunto si la permanencia del “ser” era lo que me hacía ruido, o si tiene más que ver con una cuestión de definiciones.
Cuando uno define algo usa el verbo ser, no el verbo estar, y creo que eso era lo que imperceptiblemente me hacía ruido. La sensación de que ese “sola” me definiera, o mejor dicho la idea de definirme a partir de quién me acompañara, circunstancialmente, en la vida, eso me molestaba.


Estoy sola me gusta más que soy sola porque yo soy individualmente, no soy una parte de un par, no soy una media ni un guante ni un zapato, soy una persona y conmigo solo alcanza. Entonces no necesito aclarar nada, no necesito aclarar mi soledad. Soy un individuo que ocasionalmente se encuentra acompañado en la vida por otro a quien llama su pareja, compañero, novio, marido (depende del momento). No soy una mujer a la que le falta algo, no soy incompleta, soy toda yo, y ese todo a veces está con alguien. 

Además de todo lo dicho también aparece la cuestión de género. Nunca nadie describió a un hombre como “es solo”. Ser sola es pura y exclusivamente dominio femenino. La mujer es en función de un hombre (siempre el patriarcado heteronormativo al mando). El hombre simplemente “es”. La mujer “es sola”. A mí no me va esa onda.
Yo me rehuso a ser sola. Me rehuso a considerar no sólo que la falta de compañero sea condición permanente de mi ser, sino más aún, a definirme a partir de esa falta. 
Para ser, prefiero ser buena. Soy buena, estoy sola. Me gusta más que soy sola y estoy buena (aunque no voy a negar que estar buena también forma parte de mi deseo).

Creo que la frase más bonita de nuestra lengua es “soy feliz, pero estoy triste”.

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