sábado, 17 de junio de 2017

Lo posmoderno. Mi amistad platónica con Roland Barthes. La ironía de usar el término platónico en un tratado sobre posmodernidad. Un ínfimo conglomerado de ideas con escaso sustento teórico.

Tres veces en la última semana me encontré defendiendo la postmodernidad. ¿Por qué, o cuándo, o cómo me convertí en una defensora de la filosofía, estética, y pensamiento postmodernos? Por qué es la que más me gusta. El cuándo no importa y el cómo calculo que fue un proceso.
¿Por qué soy postmoderna/por qué me gusta la postmodernidad? Porque considero que es la caída de las estructuras que nos limitaron durante tantísimo tiempo. Porque yo fui, soy, me siento víctima de la rigidez con la que fuimos moldeados y de los límites que nos fueron puestos, impuestos por ese algo que trasciende las individualidades y pretende unificarnos, uniformarnos. 
Mi amigo Roland Barthes. Me gusta decir que es mi amigo, yo formé una relación de amistad con Roland (él no sabe, no puede saber porque murió de la manera más absurda antes de que yo pudiera leerlo), pero es mi amigo porque yo siento que compartimos cosas, tiempo, reflexiones. Después de todo, qué es la amistad, si no compañía. En fin, mi amigo Rolandito me dijo que "La mitología pequeñoburguesa implica el rechazo de la alteridad, la negación de lo diferente, el placer de la identidad y de la exaltación de lo semejante. Esta reducción ecuacional del mundo prepara una fase expansionista donde "la identidad" de los fenómenos humanos establece rápidamente una "naturaleza" y por lo tanto una “universalidad”.
La cita la tengo copiada desde hace más de un año. Me parece maravillosa. Me parece, también, que el pensamiento postmoderno pretende justamente romper con esa homogeneidad, esa identidad que se nos adjudica desde afuera como individuos y desde adentro como sociedad.

Estoy dando demasiadas vueltas. Me gusta lo postmoderno, me gusta lo efímero, no es que me gusta que las cosas sean efímeras, sino que me gusta que admitamos y aceptemos la brevedad, la levedad, la instrascendencia de todo. 
El otro día me encontré diciendo que yo siento que la postmodernidad se trata precisamente de quitarse las caretas. No sé a ciencia cierta si es así. ¿Hay ciencia cierta sobre la postmodernidad? ¿No se trata justamente de cuestionar todo lo que pretenda un cientificismo inquebrantable? 

En fin, para mí, la postmodernidad es la honestidad brutal a la que mucha gente no está dispuesta (o preparada) a enfrentarse. Es esa honestidad que nos muestra lo lindo pero también lo feo, que no exige que formemos vínculos sólidos y duraderos, que no nos pide más que lo que podemos dar. 
La postmodernidad es ruptura, y como toda ruptura, a muchos les duele, muchos la rechazan. Yo la abrazo (que es el antónimo más lindo para rechazo, porque rima).

Y así voy por el mundo enfrentando los resabios de romanticismo que quedan en cierto sector de la sociedad. Luchando contra todo el que, por ignorancia o por convicción, defenestra la postmodernidad y la tilda de trivial, de insustancial, de chamuyo berreta mezclado con pereza mental.

Para mí, pereza es aceptar todo lo que viene dado históricamente. Pero -como también me encontré diciendo esta semana- quién soy yo para venir a opinar…

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