“Yo te admiro porque todo lo que hacés te sale bien”,
me dijeron.
Antes de empezar mi reflexión sobre tamañas palabras me siento en la obligación de aclarar que no era un niño ni un pariente ni alguien enamorado de mí quien me lo dijo (esos serían tres motivos más que válidos para dudar de la legitimidad de su aseveración). Agrego también que me lo dijeron dos veces (a falta de una) en los últimos días, y de personas diferentes incluso.
No dudo, entonces, de la sinceridad de sus palabras. Sí dudo de la fidelidad de su percepción.
Tan lejos está esa frase de manifestar la realidad de los hechos que he estado cerca de pensar que se encuentra exactamente en el extremo opuesto, es decir, que nada de lo que hago me sale bien. Pero en realidad sería lo mismo, ni de una ni de otra forma esa frase escaparía del absoluto negligente al que intento esquivar, sin éxito.
El solo hecho de que desde afuera se vea como si todo lo que hago me saliera bien es un fracaso en sí mismo. Fracaso en transmitir mi falibilidad. Fracaso en transmitir mis inseguridades, mis debilidades, mis errores.
Y seguramente la lección 1 en cualquier libro de autoayuda sea “si tenés inseguridades, que no se note”. Bueno, no estoy de acuerdo.
Si uno no deja ver sus inseguridades, si uno se las guarda todas bien escondidas en algún rincón de su intimidad… No sé cómo terminar la condicional. No sé qué pasa si escondemos las inseguridades.
¿Qué pasa?
Podría ser que uno intimida a los demás. Pero también puede ser que no los intimide, que simplemente cuenten con que uno tiene un nivel de autoconfianza inquebrantable, y que den por sentado que nada lo puede abatir o desmoralizar y se sientan más cómodos ejerciendo su crítica o su rechazo y que al final eso termine lastimando más a este supuesto ser impasible, cuya proyección de impavidez no es más que el fracaso en demostrar lo que realmente es.
No me sale todo bien. No me sale todo mal.
Me sale mal mostrar mis debilidades, mis sentimientos, mis sensibilidades. Me sale muy mal mostrar cuando alguien me importa. Y me sale pésimo comunicarme.
Tal vez por eso estudie letras, y por eso escriba tanto. Tal vez por eso haya aprendido tantos idiomas y me haya esforzado tanto por entender las estructuras de la lengua.
No sé cómo, no puedo, no tengo la capacidad de comunicar lo que soy, lo que siento, lo que hay de este lado.
Mi vida es un eterno malentendido: parece que me sale bien lo que en verdad está mal.
Parece que quiero decir una cosa cuando digo otra —y ojo, que esta semana también dos personas me dijeron que (mi forma de vivir mi vida) es triste, pero eso queda fuera del recorte de lo que elijo mostrar de mí misma, tal vez debería haber empezado por ahí…
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