domingo, 15 de noviembre de 2015

Nosotros y el control. Rezar. Las limitaciones del hombre. Demasiadas explicaciones. Más máximas griegas.

¿Está en la naturaleza humana la necesidad de control? Hoy lo pongo entre signos de interrogación, antes lo hubiera afirmado. Creo que parte de madurar es ir entendiendo de a poco que uno no tiene toda la verdad, y que algunas cosas es mejor preguntarlas que aseverarlas. Ya me fui de tema.

Pensaba en rezar, en para qué se reza, en cuándo se reza. Más de una persona me ha dicho que iba a creer en Dios cuando me encontrara en una situación desesperante, ante alguna enfermedad de un ser querido, por ejemplo. Bueno, para mí no ha sido el caso, y me desespera que otros -que no me conocen- crean tener tan claro cómo yo voy a reaccionar en alguna situación, pero todo vuelve a lo mismo, supongo, a creer que sabemos todo, a creer que tenemos la verdad. Allá ellos.

En cuanto a rezar, básicamente (pongo extremado énfasis en ese ‘básicamente’, no lo uso sólo como adverbio modal hilativo sino que explícitamente quiero dejar claro que lo que voy a decir es, tal vez demasiado, básico) creo que todo se reduce al control. Situaciones que no podemos controlar, que están fuera de nuestro alcance, porque no dependen de nosotros, nos estarían llevando a rezar, o a creer en Dios. ¿No es eso, entonces, una necesidad de sentir que de alguna manera no perdimos el control? Digo: como no puedo hacer nada humano para cambiar equis situación, ¿recurro a lo divino? ¿Rezo? Le pido a otro más poderoso que yo que haga lo que yo necesito para yo estar bien. Y así siento que de alguna manera todavía hay algo que puedo hacer, que no perdí del todo el control. 


Pero más difícil que rezar y que recurrir a la divinidad es aceptar las limitaciones que tenemos como humanos. Más difícil que creer que podemos influenciar a un ser todopoderoso con nuestra súplica es reconocer esta nueva realidad que no nos gusta y adaptarnos a ella con las herramientas que tenemos, controlando lo poco que sí está a nuestro humano alcance.


No pretendo con esta reflexión explicar el fenómeno religioso, sería arrogante de mi parte creer que lo comprendo y mucho más aún creer que se puede explicar en media carilla. Simplemente me despertaron las campanadas de la iglesia, eso me hizo recordar algunas conversaciones y tuve la pulsión -que hacía rato había desaparecido- de correr a buscar la notebook y abrir esta hoja en blanco. 
Ahora estoy dando demasiadas explicaciones.

“ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα”, dijo Sócrates, y lo traducimos en un simple y muchas veces mal interpretado “sólo sé que no sé nada”. 

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