6 - 1 x 0 + 2 / 2 =
Una imagen con esa operación matemática circulaba por facebook la semana pasada, con un sorprendente debate sobre el resultado: algunos argumentaban (correctamente) que el resultado es 7, mientras que la gran mayoría discutía que era 1 y a unos pocos les daba 5.
Lo insólito de esto no es que haya adultos capaces de debatir en las redes sociales pero incapaces de resolver una ecuación matemática de nivel de escuela primaria, sino que se relativice la ciencia más exacta que existe.
He visto comentarios del tipo de "El resultado depende, si lo hacés todo corrido te da 1, si lo hacés dividiendo en términos, te da 7", sin reparar en el pequeño pero no insignificante detalle de que si lo hacés todo corrido lo estás haciendo mal.
Este absurdo me lleva a una reflexión que me aterra.
Hay una creciente tendencia a la relativización de todo. Es cierto que es bueno mantener la mente abierta e intentar ser comprensivo, tolerante, respetuoso. También es cierto que hay cosas -y no necesariamente tan exactas como la matemática- que simplemente no se pueden relativizar.
El asunto es que mientras que relativizar una cuenta matemática es irrisorio, hasta simpático, hacerlo con cuestiones de derechos humanos es peligroso.
Pero más allá de esta nueva tendencia a la relativización absoluta, al margen de esta especie de progresismo excesivo que pretende ser tan abierto que se termina encerrando en su propia ignorancia, me preocupa como fenómeno social la necesidad de opinar sobre lo que no sabemos y de no leer/escuchar los comentarios del otro.
A veces los debates parecen acumulaciones de monólogos superpuestos, donde el interés no está puesto en recibir y aceptar lo que el otro tiene para decir y en todo caso discutirlo, sino simplemente en verbalizar lo que opinamos sin siquiera reparar en que haya o no un destinatario. Es posible que muchos de los individuos a quienes les dio 1 o 5 hayan estado convencidos de que ese era el resultado de la cuenta, pero había docenas de comentarios con la expliación científica de por qué el resultado era 7 y no vi a nadie asumir que se había equivocado y aceptar que, en este caso, hay una sola forma correcta de resolver la ecuación.
Parece que, para una alarmante mayoría, persuadir al otro es más importante que instruirse, aprender, crecer o incluso que es más importante convencer a otros de que tenemos razón que, en efecto, tenerla.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarEl asunto reside en no abrir tanto la cabeza que el cerebro se termine cayendo.
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