lunes, 19 de diciembre de 2022

Del fútbol y el arte. De las creaciones colectivas. Del arte de las masas. Del campeonato del mundo y las gestas independentistas.

“No, yo soy una persona culta, yo prefiero leer un libro”. “No miro fútbol, el fútbol es el opio de las masas”. “Yo no me voy a dejar lobotomizar por un partido de fútbol, estan todos como idiotas, como automatas alienados, mirando eso mientras el mundo se cae a pedazos”. 

Pero, ¿y si el fútbol también tiene arte? ¿Y si también hay arte en el deporte? Yo me pregunto,¿estas personas dirían lo mismo de una pieza musical, de una escultura, de una obra literaria o de teatro que despierte gran fervor popular?


Cuando me cuestiono si hay arte en el fútbol, no estoy hablando de las gambetas, de los caños, los sombreritos o de los centros magistralmente colocados a los pies del delantero que finalmente mete el gol. Me refiero a algo mucho más sencillo y fácil de ver: hablo del fútbol como disparador de expresiones artísticas de las más tradicionales, sin tener que ir a buscar el arte en un buen tiro de esquina o en un quite limpio. Hablo de, por ejemplo, los murales, de la poesía, de la música. Hablo del arte de la lírica de la cancha, de las letras de las barras bravas, que encierran componentes poéticos incluso cuando sus autores lo ignoran por completo, hablo de los bailes coreográficos de las tribunas de los grandes estadios del mundo, de las “olas” perfectamente sincronizadas, de las hinchadas bailando “la tarantela”. ¿No hay arte ahí? ¿O solo podemos considerar que una obra es artística si se encuentra en un museo, cuidadosamente curada, iluminada y sacralizada por el canon?


Uno de los grandes poetas de la lírica antigua es Píndaro. 

Píndaro, el poeta griego clásico que hoy se traduce en los recovecos más elitistas de las academias del mundo, componía epinicios, es decir, hacía canciones para dedicar a los campeones de las competenicas deportivas y así consolidar su gloria con una manifestación artística en su honor. 


En la Grecia Antigua en general -y en la oda pindárica en particular- se entremezclaba el deporte con la mitología, se pedía ayuda a los dioses para que el atleta favorito saliera campeón y se agradecía debidamente cuando esto sucedía. Nada que se aleje demasiado de lo que ocurre en nuestros días. 

La mitología popular otorgó a Diego Maradona el título de deidad menor, capaz de intervenir en los asuntos humanos -en particular en los deportivos- para favorecer a aquellos que le rindieron culto en vida y post mortem. 

Estos últimos días se buscaron señales que nos fueran indicando que saldríamos campeones, muchas de ellas con “D10s” mediante (nubes con forma de Maradona besando la copa, fotos de Diego delante de un cartel que decía 18 de diciembre, manchas de grasa en la cocina con la forma de la copa del mundo y hasta un almanaque de 1986 con una dirección en la calle Julián Álvarez). La mitología popular se asemeja mucho a la griega clásica aunque a una la consideremos banal y absurda y la otra se ubique muy cómoda en el pedestal de la cultura ilustrada. 

¿Acaso diríamos que leer las Olímpicas de Píndaro es “el opio de las masas”? Yo creo que no.


El otro día en twitter una escritora se preguntaba si no había un error en la preposición en la frase “al Diego desde el Cielo lo podemos ver/con Don Diego y con la Tota/alentándolo a Lionel”. Ella argumentaba que la frase correcta debía ser “en el Cielo”, ya que no somos nosotros quienes estamos allí, sino Maradona. Esto abrió un debate sobre la posibilidad de que en esos versos hubiera hipérbaton (la figura retórica que consiste en alterar el orden del fraseo) y que la lectura lineal de la frase en realidad fuera “al Diego lo podemos ver alentándolo a Lionel desde el Cielo, con Don Diego y con la Tota”.

Lo curioso del debate fue que una mínima investigación nos llevó a descubrir que la letra original de la canción no tiene hipérbaton ni tiene una preposición mal utilizada. La canción de La Mosca no dice “desde el Cielo” sino “en el Cielo”. Pero entonces, ¿por qué en las plazas y en las esquinas, todos cantamos “desde el Cielo” y no “en el Cielo”?

Porque el arte es así. Porque en muchos casos las creaciones colectivas superan a la del poeta original. Porque los seres humanos instintivamente buscamos la belleza en las cosas y sin lugar a dudas transformar una oración simple en un par de versos con hipérbaton le agrega belleza a la pieza.

Pero la estamos cantando mal. ¿La estamos cantando mal? Yo creo que no, porque desde siempre los poemas épicos fueron y son creaciones colectivas, y aunque en la actualidad ya no tengamos gestas como la del Mio Cid para loar de pueblo en pueblo con un canto que resuene y pueda ser repetido por todos hasta que se difunda la noticia de la victoria, sí tenemos nuestra propia épica, a nuestro modo. Y las gestas de la actualidad no son guerras, son competencias deportivas, y muchas veces, como pasó en el 86 con “el gol del siglo”, sirven para saldar deudas bélicas de una manera más sana, más amable y más feliz, pero no por eso menos poética.

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