domingo, 18 de junio de 2017

De talentos y fracasos. Eso del tema de Divididos que dice qué ves cuando me ves. Imposibilidad de comunicar(me). No puedo pedirles que no me tengan lástima. Sí puedo pedirles que no me digan que me tienen lástima. No me digan (más) que me tienen lástima.

“Yo te admiro porque todo lo que hacés te sale bien”, 
me dijeron. 

Antes de empezar mi reflexión sobre tamañas palabras me siento en la obligación de aclarar que no era un niño ni un pariente ni alguien enamorado de mí quien me lo dijo (esos serían tres motivos más que válidos para dudar de la legitimidad de su aseveración). Agrego también que me lo dijeron dos veces (a falta de una) en los últimos días, y de personas diferentes incluso.

No dudo, entonces, de la sinceridad de sus palabras. Sí dudo de la fidelidad de su percepción.
Tan lejos está esa frase de manifestar la realidad de los hechos que he estado cerca de pensar que se encuentra exactamente en el extremo opuesto, es decir, que nada de lo que hago me sale bien. Pero en realidad sería lo mismo, ni de una ni de otra forma esa frase escaparía del absoluto negligente al que intento esquivar, sin éxito.

El solo hecho de que desde afuera se vea como si todo lo que hago me saliera bien es un fracaso en sí mismo. Fracaso en transmitir mi falibilidad. Fracaso en transmitir mis inseguridades, mis debilidades, mis errores.

Y seguramente la lección 1 en cualquier libro de autoayuda sea “si tenés inseguridades, que no se note”. Bueno, no estoy de acuerdo.
Si uno no deja ver sus inseguridades, si uno se las guarda todas bien escondidas en algún rincón de su intimidad… No sé cómo terminar la condicional. No sé qué pasa si escondemos las inseguridades. 
¿Qué pasa?
Podría ser que uno intimida a los demás. Pero también puede ser que no los intimide, que simplemente cuenten con que uno tiene un nivel de autoconfianza inquebrantable, y que den por sentado que nada lo puede abatir o desmoralizar y se sientan más cómodos ejerciendo su crítica o su rechazo y que al final eso termine lastimando más a este supuesto ser impasible, cuya proyección de impavidez no es más que el fracaso en demostrar lo que realmente es.

No me sale todo bien. No me sale todo mal. 
Me sale mal mostrar mis debilidades, mis sentimientos, mis sensibilidades. Me sale muy mal mostrar cuando alguien me importa. Y me sale pésimo comunicarme.

Tal vez por eso estudie letras, y por eso escriba tanto. Tal vez por eso haya aprendido tantos idiomas y me haya esforzado tanto por entender las estructuras de la lengua. 
No sé cómo, no puedo, no tengo la capacidad de comunicar lo que soy, lo que siento, lo que hay de este lado. 

Mi vida es un eterno malentendido: parece que me sale bien lo que en verdad está mal. 

Parece que quiero decir una cosa cuando digo otra —y ojo, que esta semana también dos personas me dijeron que (mi forma de vivir mi vida) es triste, pero eso queda fuera del recorte de lo que elijo mostrar de mí misma, tal vez debería haber empezado por ahí…

sábado, 17 de junio de 2017

Lo posmoderno. Mi amistad platónica con Roland Barthes. La ironía de usar el término platónico en un tratado sobre posmodernidad. Un ínfimo conglomerado de ideas con escaso sustento teórico.

Tres veces en la última semana me encontré defendiendo la postmodernidad. ¿Por qué, o cuándo, o cómo me convertí en una defensora de la filosofía, estética, y pensamiento postmodernos? Por qué es la que más me gusta. El cuándo no importa y el cómo calculo que fue un proceso.
¿Por qué soy postmoderna/por qué me gusta la postmodernidad? Porque considero que es la caída de las estructuras que nos limitaron durante tantísimo tiempo. Porque yo fui, soy, me siento víctima de la rigidez con la que fuimos moldeados y de los límites que nos fueron puestos, impuestos por ese algo que trasciende las individualidades y pretende unificarnos, uniformarnos. 
Mi amigo Roland Barthes. Me gusta decir que es mi amigo, yo formé una relación de amistad con Roland (él no sabe, no puede saber porque murió de la manera más absurda antes de que yo pudiera leerlo), pero es mi amigo porque yo siento que compartimos cosas, tiempo, reflexiones. Después de todo, qué es la amistad, si no compañía. En fin, mi amigo Rolandito me dijo que "La mitología pequeñoburguesa implica el rechazo de la alteridad, la negación de lo diferente, el placer de la identidad y de la exaltación de lo semejante. Esta reducción ecuacional del mundo prepara una fase expansionista donde "la identidad" de los fenómenos humanos establece rápidamente una "naturaleza" y por lo tanto una “universalidad”.
La cita la tengo copiada desde hace más de un año. Me parece maravillosa. Me parece, también, que el pensamiento postmoderno pretende justamente romper con esa homogeneidad, esa identidad que se nos adjudica desde afuera como individuos y desde adentro como sociedad.

Estoy dando demasiadas vueltas. Me gusta lo postmoderno, me gusta lo efímero, no es que me gusta que las cosas sean efímeras, sino que me gusta que admitamos y aceptemos la brevedad, la levedad, la instrascendencia de todo. 
El otro día me encontré diciendo que yo siento que la postmodernidad se trata precisamente de quitarse las caretas. No sé a ciencia cierta si es así. ¿Hay ciencia cierta sobre la postmodernidad? ¿No se trata justamente de cuestionar todo lo que pretenda un cientificismo inquebrantable? 

En fin, para mí, la postmodernidad es la honestidad brutal a la que mucha gente no está dispuesta (o preparada) a enfrentarse. Es esa honestidad que nos muestra lo lindo pero también lo feo, que no exige que formemos vínculos sólidos y duraderos, que no nos pide más que lo que podemos dar. 
La postmodernidad es ruptura, y como toda ruptura, a muchos les duele, muchos la rechazan. Yo la abrazo (que es el antónimo más lindo para rechazo, porque rima).

Y así voy por el mundo enfrentando los resabios de romanticismo que quedan en cierto sector de la sociedad. Luchando contra todo el que, por ignorancia o por convicción, defenestra la postmodernidad y la tilda de trivial, de insustancial, de chamuyo berreta mezclado con pereza mental.

Para mí, pereza es aceptar todo lo que viene dado históricamente. Pero -como también me encontré diciendo esta semana- quién soy yo para venir a opinar…