lunes, 22 de septiembre de 2025

De conquistas y retrocesos. De la ira feminista de las últimas semanas. De documentales y miradas retospectivas esperanzadoras. De seguir luchando, de no bajar los brazos.

  Estas últimas semanas han sido algo iracundas para mí y seguramente también para otras mujeres que, como yo, han soñado con un país más igualitario y sólo se encuentran con retrocesos evitables.

Las recientes entrevistas expiatorias a un sujeto que sin ningún tipo de prurito ni muestras actuales de arrepentimiento, hace varios años afirmó -en referencia puntual a menores de edad- que a veces las mujeres “necesitan” ser violadas para tener sexo; los chistes de un streamer que aseguró tener bien guardados videos sexuales de su ex con la esperanza de que en algún momento “valgan mucha plata”; y finalmente, la gota que rebalsó un vaso que -de la mano de la iglesia y la cultura occidental- se viene llenando desde que el mundo es mundo, la publicidad surgida de un trend viral que tiene como guión el femicidio y descarte del cuerpo de una trabajadora porque “es muy molesta”. 

Parece lógico, entonces, que todos estos sucesos -que ocurrieron en lo que va de septiembre- nos lleven a las feministas a un rapto de ira producto de la frustración de sentir que años de luchas, de docencia en todos los ámbitos de la vida, de problematización de una realidad que nos fue y nos sigue siendo desfavorable, han sido en vano. Pues no, nuestros esfuerzos han dado sus frutos aunque a veces sintamos que retrocedimos incluso hasta más atrás de donde nosotras empezamos (y no me refiero a la gloriosa “tercera ola” o “marea verde” de 2018 porque muchas de nosotras empezamos -al menos con la evangelización- décadas antes de que eso ocurriera).


Ayer había hecho planes para ir a ver la película Belén al cine -aunque ni siquiera me gusta ir al cine- para “apoyar la causa”, como quien dice. Pero finalmente decidí que los aspectos feministas de mi ser venían teniendo demasiado estímulo y no me pareció el mejor plan para un domingo gris. Bajonazo. Ahora bien, mis impulsos me ganaron igual porque en lugar de ir al cine a ver esa película esperanzadora con respecto a una lucha de la que participé, aunque sólo tangencialmente (porque admito haber ido a pocas de las marchas), terminé mirando en Netflix el documental sobre el asesinato de Nora Dalmasso (el cual recomiendo).

Vaya sorpresa me llevé al acceder en 2025 a material audiovisual y gráfico recuperado directamente de 2006-2007 (un tiempo que mi mente perversa recuerda como idílico: tiempos de Patria Grande y de Derechos Humanos). 


Por supuesto que Nora Dalmasso estaba lejos de ser “la buena víctima”. Se trataba de una mujer de clase alta, de una belleza hegemónica y, según se encargaron de difundir profusamente todos los medios de comunicación del país, sexualmente libre. El tratamiento del caso, desde la estigmatización de la mujer asesinada hasta la difusión (a las 7 de la tarde en los noticieros de canales de aire) de las fotos (zoom incluido) de su cadáver desnudo y ahorcado con el cinturón de la bata en la cama de su hija de 16 años no sólo me asombró, sino que me escandalizó.

De pronto todo ese país maravilloso en el que creí haber vivido seguía respondiendo a la lógica patriarcal y misógina y no había nadie capaz de cuestionar el modo de cobertura de un femicidio que convocaba al público por puro morbo. 

En fin. Perspectiva de género en la cobertura periodística de casos delictivos. La figura del femicidio como agravante y determinante de un tipo muy específico de crimen. La revisión de los modos de representación de las víctimas de femicidio. La problematización del acto de “sacar del closet” a alguien (cosa que también sucedió con un familiar en el contexto del caso policial, sin ningún tipo de vínculo con el asesinato, sólo por malicia). La mirada más amorosa, más compasiva, más respetuosa de los deudos (lo digo en particular por la crueldad que la prensa manifestó hacia la hija adolescente de la víctima). El resguardo de las y los menores de edad y el cuestionamiento hacia quienes los exponen en situaciones íntimas, y podría seguir si volviera a ver el documental prestando más atención.

Son muchas las cosas que cambiaron en estos últimos 19 años. Y me atrevo a afirmar que son infinitamente más (en lo que respecta al feminismo) que las que habían cambiado entre 2006 y 1987, es decir los diecinueve años anteriores.


Enhorabuena compañeras. ¡Hemos triunfado! No completamente, tenemos aún un largo tramo por recorrer. Tenemos mucha más militancia por delante, tenemos que dar muchos más debates, nos quedan muchísimas conversaciones que aún no hemos tenido ni siquiera entre nosotras, sí. Pero no nos desanimemos, porque tan sólo con mirar un poquito hacia atrás ya podemos ver que todo valió la pena.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario