En este presente maniqueo en el que vivimos, el disenso se ha vuelto mala palabra y hoy siento la necesidad de reivindicarlo en toda su dimensión.
Porque ya todos sabemos -y lo repetimos hasta el hartazgo- que la crueldad se puso de moda, pero poco se habla del lento pasaje de una sociedad con multiplicidad de voces a una instancia de convivencia en la que no estar de acuerdo con algo (cualquier cosa) puede ir desde la imposibilidad de un diálogo cordial hasta el más acérrimo deseo de supresión del otro (y no habremos de sorprendernos cuando el deseo se empiece a materializar).
Creo que todo empezó con las -en apariencia- inocentes disputas entre los “team invierno” y los “team verano” o quienes prefieren el dulce de membrillo frente a quienes lo prefieren de batata. Debates obsoletos que siempre me parecieron de lo más aburridos porque no hay discusión alguna que ganar: las estaciones van a seguir sucediéndose con el pasar de los meses y tanto la batata como el membrillo van a seguir disponibles en las góndolas para que cada uno compre el que más le apetece. Sin embargo, esas discusiones (que yo ejemplifiqué solo con dos casos pero son interminables) se convierten en grandes hilos de X con argumentaciones y muchas veces insultos y agravios a quienes simplemente tienen diferentes gustos.
Esa polarización de la opinión, que hace unos años simplemente me aburría, hoy me aterra. Me aterra porque pienso que el disenso es indispensable para la vida en sociedad, porque es imposible que todos podamos ponernos de acuerdo en absolutamente todo, pero principalmente porque creo que disentir, debatir, argumentar y compartir respetuosamente opiniones contrarias es la única (y si no la única, es al menos la mejor) manera de progresar, de aprender, de crecer como individuos y como sociedad.
Hace unos cuántos años me quejaba en facebook de que la gente ya no quería debatir para replantearse sus ideas, para fortalecer sus propios argumentos o para ponerlos en disputa, “no quieren debatir para crecer, para aprender de la mirada del otro, solo quieren ganar la discusión”, decía yo muy angustiosamente. Y ya quisiera hoy estar en una instancia en la que la gente simplemente quiera ganar discusiones, porque eso significaría al menos que las discusiones existen.
Entre las chicanas y los ataques, las ‘domadas’ y los baits, la discusión se fue aniquilando, y mi miedo más grande es que el próximo paso -luego de destruir toda posibilidad de discusión- sea simplemente el exterminio del otro. Así es, al menos, como lo planteó hace unos días un intelectual libertario en X: “¿Por qué seguimos fingiendo que es posible convivir con los zurdos? No es posible: ellos odian la vida, la libertad y la propiedad. Ellos son destrucción, caos y empobrecimiento.
No son conciudadanos: son enemigos. Es hora de asumirlo.”
En mi último post hablaba sobre el mal uso que se hace últimamente de la palabra libertad y sigo con esa inquietud porque me acongoja. Si la libertad requiere el exterminio del otro, entonces no es libre. Si para disfrutar de un pastelito de membrillo necesito borrar de la faz de la tierra todos los de batata y, junto con los pastelitos, eliminar también a todas las personas que los prefieren de batata, ¿qué valor tiene que me guste el membrillo? ¿Qué libertad tengo de elegir el membrillo si es el único gusto de pastelito que queda disponible y si no existe nadie capaz de preferir otro sabor?
En esta ola de pesimismo que me envuelve (desde siempre, pero con mayor intensidad en los últimos años), pienso en qué triste y aburrido se va a volver el mundo cuando se terminen los debates, las argumentaciones serias, las discusiones que se proponen enriquecer la mirada del interlocutor, o la propia, o la de un tercero que casualmente se convierte en espectador.
Cuando toda la gente esté convencida de que no se puede convivir con alguien que piensa distinto, o que tiene otros gustos, o que elige otros estilos de vida, el mundo se va a haber vuelto gris, y nosotros, ingenuos, vamos a seguir creyendo que se trataba de gustos de pastelitos…
¡Qué triste y poco libre es el mundo que nos quieren imponer en nombre de la libertad!
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