Copada es algo que nunca fui.
No soy y nunca fui una “mina copada”, pero sí me desviví durante los últimos diez u once años por lograr que al menos una persona de mi entorno me asignara esa etiqueta.
¡Qué mina copada, Ceci! Dijo nadie, nunca.
No, todo lo contrario: “tenés que relajar”, “¿por qué no bajás un cambio?”, “dejá de pensar todo tanto”, “no seas tan correcta”. Y así viví mi última década intentando seguir instrucciones de gente que parecía “copada”, gente a la que intenté parecerme, o gustarle, o si todo lo demás era imposible, al menos recibir su aprobación.
No soy copada porque no me copa que me cancelen un evento a último momento. No soy la mina espontánea, que siempre se prende, que está lista para cualquier juntada improvisada que surja de acá a cinco minutos. No me banco el “te aviso”, no, no me avises, comprometete ahora o no vengas, guardate el “te aviso” porque a mí no me copa.
No soy copada porque no me cae bien cuando un grupo de amigos organiza algo y “se le pasa” invitarme. No soy copada porque no “está todo bien” si las cosas no salen como yo espero, y sobre todo porque si algo me cae mal lo digo, a costa de perder la poca “copadez” que pude conseguir adaptándome a las normas laxas de nuestra sociedad informal.
Y no tengo ni siquiera el mínimo nivel de espontaneidad que exige esta sociedad y cuando quise tenerlo, me sentí incómoda conmigo misma y fui infeliz (aunque me llené de amigos).
No soy copada porque creo en los compromisos, porque tengo palabra, y si digo que voy a hacer algo lo hago, y si no lo puedo hacer, aviso. Porque difícilmente salgan de mi boca las palabras “uhh, re colgué con eso”. No no, yo no “cuelgo” con nada, porque no soy copada, soy una obsesiva controladora que tiene que cumplir con todo lo que se propone y si puede agregar algun chiquitín más, mejor.
Y no pienso dejar que fluya y no pienso bajar un cambio y no pienso relajar porque no soy eso y no voy a seguir luchando por ser algo que no soy. No soy y nunca voy a ser copada y siempre voy a hacer planteos cuando las cosas no me gusten y siempre voy a ser puntual y siempre voy a cumplir con mis compromisos y mis responsabilidades aunque eso implique desgastarme y desgastar relaciones. Porque soy esto: soy lo menos copado que hay, soy alguien que espera del otro que cumpla con lo que dice, que exige respeto y que no se siente cómoda con las cosas no planificadas.
Y esta sociedad prácticamente rinde culto a la gente informal, espontánea, improvisada y hasta irresponsable. Y ellos son los “copados”, que no tienen drama si los demás les fallan porque ellos también les fallan a los demás. Yo no puedo —y hoy no quiero— ser eso.
Así que me resigno, me doy por vencida. Copada es algo que no seré.