lunes, 29 de septiembre de 2014

Dicotomías. La Argentina de antes vs la de hoy. Motochorro. Literatura. Prototipos. Extremos.

  Lo que otrora fue unitarios y federales, liberales y conservadores, radicales y peronistas, hoy es otra cosa. No se trata de K y anti-K, esa dicotomía quedó en el pasado, pertenece a dos o tres años atrás, data de asuntos como el conflicto del campo, la ley de medios o el cepo al dólar.
  Hoy el país se divide -porque es imposible que no lo haga- en otra especie de boca-river de la política, en este caso gira en torno a la inseguridad, y las partes que integran el debate podrían definirse como promotores de la mano dura vs apologistas del criminal
  
  El motochorro de youtube me hizo acordar al unitario de "El Matadero", de Echeverría. Blanco fácil de periodistas y mediáticos anti-crimen, víctima del sistema para los apologistas, es el payaso protagonista del circo de la República. Como el unitario, el motochorro es juzgado, ridiculizado, burlado hasta el hartazgo. Va de programa en programa y se somete a cuestionarios prejuiciosos, tendenciosos; las respuestas no importan, las preguntas que se le hacen son casi retóricas, él está ahí para propiciar las opiniones de quienes lo rodean. A nadie le interesa lo que tenga para decir, lo usan, lo necesitan para alcanzar sus fines: raiting, miedo, propaganda política, cada uno tendrá sus motivos, pero de algún modo resulta útil para todos. Es una buena distracción, también. Un buen prototipo.
   Miremos al motochorro y adjudiquémosle el valor que mejor nos venga: el pobre no tuvo educación, el pobre quería comprarle un regalo al hijo para su cumpleaños, él se hace cargo de lo que hizo, siempre respetando la vida, porque nunca mató. El malo sale a asustar a la gente con un arma, las armas las carga el diablo, podría haber muerto alguien, el malo elige robar antes que trabajar, porque robar es más fácil. El pobre no aprendió la conducta del trabajo, al pobre nadie le enseñó la ética del laburante. Al malo no le importa perjudicar al trabajador que se levanta temprano y se rompe el lomo para llevarles a sus hijos un chocolate de postre. El pobre ya no puede reinsertarse en la sociedad, está marginalizado. El malo no se arrepiente de lo que hizo, ni siquiera se da cuenta de por qué está mal robar. El pobre es víctima de las drogas. El malo es un drogadicto que prefiere tirarse a fumar paco antes que tener la vida sacrificada de la clase media.

 
  Yo no sé qué opino del motochorro. No importa tampoco lo que pueda opinar yo de un hombre que, con una moto que yo no podría pagar, sale con un arma cargada a robarle a un turista. No sé qué vida tuvo ese señor, cómo llegó a tomar la decisión de robar a mano armada en plena luz del día. No sé cómo funciona su mente, qué mecanismos de razonamiento utiliza. No sé si es víctima del sistema o un simple oportunista. 
  Sé quién soy yo. Sé que yo no robaría, sé que yo tampoco ridiculizaría en público a una persona para defender una postura, por más válida que fuera.   
  No sé quién tiene razón: ¿los salvajes unitarios que desprecian al gaucho y pretenden eliminar al indio de la faz de la Tierra, o los federales mazorqueros que degüellan a quienes piensan diferente? ¿Los promotores de la "mano dura" que, en pos de defender a una clase de individuos, pretenden justificar la muerte, el linchamiento, la marginación de otros; o los "progres" que con tal de defender los derechos humanos terminan avalando conductas ilegales, ilegítimas e inmorales?

 Nuestra Casa Rosada no es roja ni es blanca, sin embargo, nuestra sociedad parece incapaz de comprender los tonos del rosa. No podemos pensar en términos de soluciones, de relativos, no somos capaces de no tomar una postura radical.
  Tenemos la avenida más ancha del mundo, el río más ancho del mundo y, al parecer, la brecha política más ancha del mundo.
  ¿Será imposible conciliar opiniones en un país basado en polaridades?

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